yo puedo, aunque me esté muriendo por dentro.
es en serio, soy una máquina de alto rendimiento.
Sí, ya sé que tengo los ojos hinchados de tanto llorar; que mis ojeras pronunciadas podrían hablar por mí; que hace apenas dos noches dormí dos horas; hace casi un año que no tengo un buen ataque de risa. Yo sé lo que estás pensando, que mi falta de higiene no es normal; que la cama debería estar tendida; que los trastes deberían estar escurriéndose; que hay un cerro de ropa por lavar; que yo solía ser una persona normal, funcional, activa y productiva. ¡Yo sé, yo sé! Pero es viernes y no quiero moverme, a duras penas logré atravesar la semana.
Con lo que no cuentas es con mi astucia, con mi habilidad para esconder mis emociones debajo del tapete para ocultar toda la verdad y así responder firmemente —Estoy bien, gracias— cada vez que preguntes cómo estoy. Puedo andar sobre clavos, con heridas sangrando, con la cabeza tirada en el piso; estoy hecha para resistir el fuego, el enojo, la rabia, la injusticia, la indiferencia; esta piel no sé ni siquiera sé si es piel o es más bien un escudo. A veces siento que la vida es guerra, y yo soy su soldado con incontables y fabulosas habilidades como escapar de las trampas, para sonreír cuando quiero llorar, para guardar silencio aún cuando quedaron muchas cosas por hablar, para irme en medio del estallido y salir ilesa, para llegar a la cima para sólo volver a caer y repetir ese ciclo que parece no tener fin.
¿Ya ves? Tengo mi casa ordenada, ropa limpia, trastes limpios, mente clara, cuerpo fuerte, puedo escucharte quejarte una y otra vez sin hacer mía tu carga. ¡Mira, ven! Deja te enseño la nueva mesa del jardín, vamos a pasar unos días al rayo del sol, dijeron que es bueno para recuperar el buen estado de ánimo —pero no voy a decir eso, voy a decir que es lindo observar el césped—. ¿Quieres limonada, vino tinto, cerveza? Tengo todo para ti, dime tus opciones, porque si no lo tengo, lo consigo. ¡Claro, claro! no hace falta que nos veamos cuando yo lo necesito, ¡mírame! podría ser gimnasta de lo bien que trazo una línea recta con mis pies y hago contorsiones para evadir la realidad, en serio, no te tomes la molestia de llamar, ahora tengo un camino definido y no me siento para nada perdida.
No te preocupes, el malestar se marchitó a la semana, ya todo pasó, ¿te das cuenta? Trabajo de manera efectiva, todo mundo se pregunta cómo puedo seguir adelante si la he pasado tan mal y me enorgullece, ¡Sólo no levantes el tapete! Está lleno de polvo, no he tenido tiempo de limpiar en todos estos meses. Te decía, soy casi una máquina de alto rendimiento, los clientes siguen sus vidas tronando dedos con su lista interminable de exigencias, y yo puedo responder a ellas, al final, estas vivencias y este dolor no son y nunca deberían ser un impedimento para seguir, al contrario, hay que hacer caso a las putas frases motivaciones y echarle ganas.
Yo puedo con esto y con más, aunque me esté quebrando, aunque me falte el aire, aunque quiera gritar —¡Mierda, odio vivir!—, incluso en momentos en los que mi rezago sea tal que pareciera ser que mi alma abandona mi cuerpo. Soy capaz de soportar una pelea en un ring, recibir los golpes sin parar, sin un sólo knock out. Mira mi sonrisa, linda ¿no? Puedo bailar, cantar, soy la hija mayor ejemplar, la que toma buenas decisiones, la que se gana la admiración y aprobación a pulso, la que te dice que sí aunque su cuerpo le diga que no; soy la que está, la que da, la que te extiende la mano aunque tú no dudes en echarme por la borda con tus palabras hirientes, tu espalda ancha y tu silencio indiferente. Soy ejemplar y puedo con esto y más, aunque esté a punto de quebrarme, a punto de no tener remedio, a punto de hacerme añicos.
Sé que tengo que limpiar debajo del tapete a profundidad, pero mientras puedes andar por aquí, ¿no? No te preocupes, todo está perfectamente bien.
Me sentí muy identificada, simplemente gracias
Este texto me ha llegado directo al corazón. Es esa sensación de estar sobrellevando todo, pero al mismo tiempo, con el alma hecha pedazos. La manera en que describes cómo te esfuerzas por mantener las apariencias, por seguir siendo “la fuerte”, me resulta tan familiar. Nadie sabe lo que hay detrás de esa fachada de productividad, de estar siempre disponible. Y es cierto, a veces parece que el mundo sigue girando, y tú solo tienes que seguir el ritmo, aunque por dentro estés completamente desbordada. El polvo bajo el tapete, la sonrisa que escondes… creo que todos hemos estado allí alguna vez. Este texto me hace pensar que necesitamos aprender a no tener miedo de mostrar esas grietas, porque aunque tratemos de esconderlas, al final, lo que más necesitamos es ser vistos tal como somos.